El Candypollo

Estimados amigos:
Un apunte, al hilo de las conversaciones que hemos mantenido últimamente, sobre este tipo de pollo. Pocas personas son capaces de montarlo como es debido, porque requiere tres grandes condiciones: ser un maestro en el arte del pollo, tener un registro emocional variado y capaz de dirigirse a un tiempo a la melancolía, la tristeza y la sensiblería, y por último, ser un poquito cursi. Por el momento, la premio Nobel de este pollo es nuestra querida gurú, Sofía Saldama.
Este tipo de pollo nos coge totalmente desprevenidos, porque es de los que dependen más del estado de ánimo del que los monta que de las provocaciones que pueda haber por parte de la gente que rodea al montador (de pollos, pandilla de mal pensados). Uno está tranquilamente con alguien, y de repente esta persona nos monta un pollo de la hostia sin comerlo ni beberlo, con lágrimas en plan lamentación, lo mal que está todo, la de hambre que hay en el mundo, hoy me ha salido un grano, y el golpe definitivo: no me entiendes y la culpa es TUYA. Este pollo es peligrosísimo, puede jodernos hasta el día más pintado, y trae consecuencias incluso para quien lo monta, porque aunque se quede a gusto, cuando se le pasa es consciente de que nos ha hecho una putada de la leche, y a menos que seamos sus enemigos, se ve en la tesitura hasta de pedir excusas, ¡lo que nunca se suele hacer cuando montamos un pollo!
Realmente, esta variante requiere una gran capacidad y talento innatos. El montapollos nace y se hace, pero para este tipo, hay que valer. Los aprendices y los que no tengan el ramalazo "Candy Candy", mejor que se abstengan.